Las 3 Claves por las que este Mural Funcionó
evamena / agosto 18th, 2017 / 0 Comment
El más colorista de los murales, la más ambiciosa de las decoraciones de un espacio público, incluso si es el más financiado de los proyectos, nada de ello tiene sentido si se suprime de la ecuación el elemento clave:
Las vecinas y los vecinos que pasan cerca de esa pared cada día.
Y en la casilla de salida para este proyecto, la opinión del “respetable” del barrio bilbaino de Matiko, era igual de recelosa y unánime:
El muro está inclinado y parece que se te va a caer encima, y en ciertas partes es muy oscuro. La verdad es que da miedo pasar por aquí.
Poco que objetar y debatir, cuando en esa casilla de salida levantas la vista y te encuentras en el horizonte de la partida que te toca jugar, en forma de próximo proyecto, el siguiente panorama:
Objetivo: Agradar a los vecinos
El problema lo habían definido los futuros “usuarios” del mural, por lo que sprays, pinturas, claros, sombras, colores, objetos, perspectivas, en definitiva, todos los recursos que ofrece el muralismo, debían ponerse al servicio de ellos para ofrecerles la mejor solución.
El detalle que cierra el círculo es el hecho de que fueran los propios vecinos quienes seleccionaran este diseño como cómplice futuro de sus paseos por el barrio, entre las alternativas que presenté.
El desenlace se puede desvelar, y se resume en una frase que afortunadamente escuche varias veces:
Parece que el muro se haya iluminado, y ahora dan ganas de pasear por aquí.
¿Por qué creo que la solución funcionó?
Imagino que existen varias razones, pero algunas tuvieron que ver seguro con ciertas decisiones que tomé tras analizar el espacio y escuchar las necesidades de los vecinos.
Y por supuesto, siempre hay un componente que toda muralista debe tener en cuenta, y es asumir que un trabajo de estas características no puede gustar a todo el mundo.
Las 3 claves que hicieron funcionar este mural
1- Color
El espacio llamaba a dar rienda suelta al color, se trataba de provocar un éxtasis de colores alegres, en el que no eran bienvenidos tonos oscuros o sombríos que evocaran el pasado lúgubre del muro, que por otra parte tenía los días contados.
Y que mejor inspiración que la de la naturaleza, que cuando pretende teñir un paisaje de color se lo toma al pie de la letra e incluye flores, hojas y plantas que hacen sacudirse al propio Pantone en busca de nuevos números para asignar a ciertos tonos.
Un muro tan amplio también fue perfecto para reproducir el paso de las estaciones, que además me aportó de forma orgánica la excusa para variar tonos.
2- Luz
El giro de 180 grados metafórico, en la práctica suponía que donde hubo oscuridad, ahora tendría que haber luz.
¿La solución?
Pintar el fondo de un verde muy clarito y luminoso, que además hacía juego con el puente de la parte superior.
3- Integración
La clave final fue concebir desde el inicio el resultado final como una pieza sutil e integrada en el paisaje cotidiano.
La sensación que quería que evocara era en cierto modo la de que pasara inadvertido, y desde luego que no chocara a la vista de forma agresiva.
En resumen, que no se convirtiera en un mamotreto que llamara la atención desde el otro lado de la ciudad, olvidándome de la premisa de que los vecinos de este barrio eran los verdaderos protagonistas.
Docenas de litros de pintura y botes de spray después, creo que puede darse el objetivo por cumplido si tengo en cuenta la cantidad de veces que los vecinos me repitieron, mientras recogía mis últimos bártulos, dos palabras que sonaban a satisfacción y tranquilidad:
¡Muchas gracias!
Escríbeme si tienes algún proyecto entre manos...
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