¿Debería exponerse el arte urbano en museos? Esta es mi opinión
evamena / octubre 27th, 2017 / 0 Comment
Finales de 2014, me permiten entrar en una sala con deslumbrantes paredes blancas. Pocos minutos después empiezo a mancillarlas e inundarlas de color.
Se trata del Centro Cultural Montehermoso de Vitoria-Gasteiz, y tras haber vertido en paredes callejeras centenares de litros de pintura durante muchos años, por primera vez mi obra se expone de forma individual.
El mundo del graffiti y el arte urbano es controvertido por naturaleza, y el hecho de que una disciplina nacida en las calles entre por la puerta de un museo es muchas veces el clímax de la discusión.
¿Está bien?, ¿está mal?
Cómo siempre, la respuesta no es tan simple de construir, y desde luego contiene multitud de matices que nos llevan hasta la subjetividad, y por lo tanto hasta la opinión de cada persona.
Ahí va la mia.
El contexto no es el mismo
El graffiti floreció en las paredes de Nueva York en la década de los 70, y los primeros escritores se dedicaban básicamente a plasmar su nombre, por ejemplo, en el metro de la ciudad.
De la necesidad de que lo escrito por cada uno destacase sobre los demás, se evolucionó de formas sencillas, a más complicadas, letras pompa, letras bloque y finalmente wild style.
La valoración técnica y estética de este tipo de trabajos corresponde a cada uno.
Desde un paradójico punto de vista, en cierto modo puede considerarse que el metro de Nueva York durante esos años acabó convirtiéndose en un enorme lienzo que se desplazaba por toda la ciudad.
Como parte de la cultura del hip-hop que nació en aquella época, el graffiti se ha transformado a lo largo de las décadas, e igual que el rap, el break o la técnica de los dj´s, los comienzos son referente o recuerdo, pero las disciplinas han evolucionado radicalmente, y la obra que deriva de ellas también.
Las obras en las paredes no son las mismas
En algún momento entre esas décadas las intervenciones callejeras comenzaron a hacerse un hueco en el mundo del arte contemporáneo, y de ahí nace el arte urbano o street art.
En esta breve historia, nada especifica, lo interesante es entender que la realidad en los trabajos que se hacen en las paredes de las calles ha cambiado mucho.
Fuera del mundo del graffiti las firmas, pompas o «throw-ups» siguien considerandose mero vandalismo, sin embargo, un trabajo con stencils o un gran mural es catalogado por mucha gente como una obra de arte.
El graffiti entró en los museos hace décadas
Efectivamente, en contra de lo que se puede pensar en ocasiones, esta disciplina lleva en los museos mucho tiempo.
En los 70 ya se organizaron exposiciones que aglutinaban el trabajo de algunos grafiteros, y otros más relevantes como Basquiat o Keith Haring expusieron de forma regular desde principios de los 80.
Estos artistas no tuvieron inconveniente en considerar que las paredes de los museos son simplemente un medio diferente en el que expresarse, perfectamente compatible con hacer otro tipo de trabajos en otros espacios.
Así lo veo yo
Personalmente comparto ese punto de vista.
Me apasionan el muralismo, el graffiti y el arte en general, y desde hace años tengo la suerte de ganarme la vida de ello, y no tengo inconveniente en compaginar cada disciplina.
Por una parte, me dedico profesionalmente al muralismo. Recibo encargos para pintar , por ejemplo, fachadas de negocios, entradas de garajes, grandes depósitos de agua o murales en paredes de interior.
Por otro lado mantengo mi afición como grafitera, que me lleva a juntarme con amigos a pintar en la calle, o a reunirme con ellos en eventos.
Y por último está mi obra de taller.
Que mi obra de taller entre en museos o galerías lo veo perfectamente compatible con todo lo anterior, y por supuesto estoy encantada de que alguna de las obras que expongo se pueda vender, porque tengo la mala costumbre de pagar mis facturas a final de mes.
Dicho esto, la característica más relevante del arte urbano me parece el hecho de que esté generada y pueda verse en las propias calles.
Esto lo convierte, en la mayoría de los casos, en el tipo de arte más accessible, social e intergeneracional que existe, ya que cualquiera puede disfrutar de él independiente de su condición y sin tener que pagar por «consumirlo».
Music of my life
Y de esta forma volvemos a entrar en la blanca sala de Montehermoso en la que expuse piezas de algunos de los músicos que han compuesto la banda sonora de mi vida.
Meses antes de inaugurar mi exposición, un día cualquiera de febrero, me subí al coche, encendí la radio, y escuche que Paco de Lucia había muerto.
Pocas veces la muerte de un músico me ha afectado tanto, y mi único consuelo era pensar que no hacía mucho había conseguido verle tocar en directo.
Al instante de escuchar la noticia decidí cuál sería mi humilde homenaje:
La idea era no recargar en exceso la sala, por eso aposté por algunos cuadros en formato de un metro por un metro, los propios retratos de Paco de Lucía y algunos detalles intervenidos en la pared.
La excepción y el protagonismo le corresponden al gran mural de Billie Holiday, pero ella lo tiene todo permitido.
Escríbeme si tienes algún proyecto entre manos...
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