Avant Garde Tudela 2018: reflexiones sobre el arte urbano actual
xabier / junio 15th, 2018 / 0 Comment
Algo malo tendrá no trabajar en una oficina con un horario fijo, supongo que relacionado con que en realidad las autónomas no tenemos horario, por ejemplo.
Sin embargo, hay días en los que olvidas la cuota mensual y tus escasos derechos, y das gracias por la dosis de libertad que aporta “ser tu propia jefa”.
Si además tienes cerca compañeras de gremio y amigas tan al día como Verónica Werckmeister, un jueves a la tarde cualquiera en el estudio, puede convertirse en una buena ocasión para triturar la rutina, y reflexionar sobre qué se cuece en el arte urbano.
¿El plan?
Asistir al Festival Avant Garde Tudela, sin cargar botes de spray en el maletero para participar de forma activa. Esta vez, como simple espectadora.
Will Shank, un reconocido restaurador de murales contemporáneos que Veronica conoce, participaba en una mesa redonda que incluía otros nombres que prometían buenas dosis de cábalas arteurbanistas, Arcadi Poch y Javier Abarca de Urbanario, por ejemplo.
De antemano, pintaba interesante desplazarse a la ribera Navarra, tan solo por escuchar a alguien que ha trabajado en la restauración del cuadro Autorretrato con Monos de Frida Kalho, y que ahora mismo forma parte de la fundación Keith Haring.
Avant Garde Tudela 2018
El arte urbano hay que verlo en vivo, y estos eventos son una oportunidad de apreciar el trabajo de varios artistas condensado en un mismo lugar.
Esto que parece una obviedad es la primera reflexión que me vino a la mente mientras callejeaba por Tudela viendo las obras de algunos compañeros que participaban este año en el festival, así como los trabajos de otras ediciones (esta es la 6ª edición).
Deambulamos por Instagram viendo miles de fotos sobre trabajos de mucha gente y perdemos la perspectiva sobre el impacto que tienen los murales y su razón de ser, que es la de generar sensaciones a quien pasa por delante de ellos.
Las grúas frente a un muro con la reconocible mano de Spy, sustituian al cartel de “recién pintado”, y en mi cómodo papel como espectadora, continué paseando, camino al elegante palacio en el que tendría lugar la mesa redonda.
La mesa redonda y sus reflexiones
El debate comenzó sin rodeos, hablando sobre cómo denominar en realidad el graffiti y el arte urbano, aludiendo a la mezcla de términos que muchas veces utilizamos, donde algunos trabajos son etiquetados como arte urbano y quizás a veces debería replantearse el término.
Abierta la línea de “la controversia”, que parece que es inherente al mundo del graffiti y el muralismo, se puso encima de la mesa el tema de los propios festivales.
En ocasiones, los festivales en los que se pintan varias fachadas de una localidad, son una excusa perfecta para hacer restauraciones low-cost, ya que lo remunerado a varios artistas quizás no cubriría ni el caché de uno de ellos, en realidad.
Los presupuestos destinados a los trabajos de esos muralistas son muy ajustados y el artista decide si participa teniendo en cuenta otras variables, como la repercusión.
Esta situación propone varias preguntas, abiertas a la reflexión de cada cuál:
¿Se está valorando realmente el componente artístico del trabajo en festivales que así lo publicitan?
¿Se está reconociendo y remunerando al artista como debería?
¿Se verá afectada la calidad de los materiales que use un artista si tiene que manejarse con presupuestos tan reducidos?
Hablando de polémicas, una más global hizo acto de presencia:
¿Pueden/deben retirarse las piezas de arte urbano de las calles para conservarlas en museos o venderlas?
Un tema que han popularizado documentales como Saving Banksy, y que propone reflexionar sobre las consecuencias de la popularización del arte urbano.
Javier Abarca afirmaba firmemente que plantear movimientos de piezas de este tipo es un sinsentido, ya que la propia naturaleza del arte urbano pierde su esencia.
La obras de este tipo nacen en un entorno y unas circunstancias, y están sujetas a los cambios que también ocurran en ese entorno, alterar ese “equilibrio” es atender a otros intereses más allá de los que consideró el artista el día que pintó la pieza.
Alteraciones de obras que se realizan muchas veces al margen de la opinión de los propios artistas, como le ocurrió a Banksy o a Keith Haring antes. Y que en muchas ocasiones persiguen el lucro de personas que proponen a los dueños de las fachadas retirarles la obra y cobrar un porcentaje al venderla.
Con un experto en la mesa, se habló de la restauración de murales, interpelando a Will sobre si restauraría un mural sin contar con la aprobación del artista, a lo que respondió con un rotundo no.
Los dos temas anteriores coincidieron cuando se habló de artistas que deliberadamente deciden hacer obra que se degrada con el paso del tiempo. Jorge Rodriguez Gerada, participante en el festival, es un ejemplo, ya que en alguna ocasión ha realizado piezas en carboncillo, sabiendo el resultado tan efímero que consigue al usar este material.
Por último, Will recuperó el tema de los murales y su restauración para plantear una visión muy interesante.
Este tipo de trabajos están sujetos al deterioro del paso del tiempo por varias razones, y asumiendo que eso será así, planteó la posibilidad de tenerlo en cuenta a la hora de redactar un contrato para hacer un trabajo de estas características.
Por ejemplo, podría establecerse un tipo de cláusula que propusiera que 10 años después de terminarse el mural, todos los involucrados (artistas, promotores, vecinos etc.) se juntaran para decidir qué hacer con él.
Una tarde de jueves especial
Así fue como un día que hubiera pasado entre botes de pintura, decidiendo colores, o haciendo bocetos, se convirtió en un relajado oasis que me permitió dar un paso atrás, y salir de la frenética rutina para reflexionar sobre mi trabajo.
¿A qué me dedico realmente?
¿Qué impacto tiene lo que hago?
¿Graffiti, arte urbano, muralismo?
Mañana volverá a ser un día de trabajo…
Escríbeme si tienes algún proyecto entre manos...
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